"- Mamá, papá, me voy.
He reunido el dinero suficiente para el viaje, y una vez en mi destino me espera un contrato de trabajo. Viviré en una casa con agua potable!!!
- Pero hijo, eso es mucho dinero, y un viaje largo. Además, tanto tiempo sin saber de ti. Mira tu primo, hace tres meses que se fue y aún no sabemos nada de el.
- Madre, eso no me pasará a mi. Voy borracho de ilusiones y no me asusta el trabajo. Te prometo que volveré y con lo que consiga le compraré al pequeño unas zapatillas para poder jugar al fútbol en sus ratos libres.
El chico cogió su mochila y se despidió con un nudo en la garganta aguantando la lágrimas. Le acompañaba uno de sus mejores amigos desde la infancia.
Se subieron a una barquita, junto con 40 compatriotas más, no sin antes pagar el billete hacía su libertad, quedándose con los bolsillos vacios.
El viaje era largo y duro, pero eso ya lo sabía. No importaba, no pensaba abandonar su sueño. Qué más daba si tenía sed, frío, hambre....
Las primeras horas fueron amenas, charlaban contando cada uno la esperanza que tenían por llegar esas tierras donde les esperaba una vida mejor. Pero la horas pasaban, la noche era fría y no llevaban ropa de abrigo. No se les permitía mucho equipaje. El hambre y la sed empezaba a hacer mella en algunos, que no aguantaban la angustia de un viaje tan pesado.
El llanto de un pequeño de tan solo dos años les empezaba a crispar los nervios. La travesía se convertía poco a poco en pesadilla.

Varios ocupantes no aguantaron la angustia y fueron arrojados a las aguas. Menos peso para la barca.
Ya nadie hablaba. Solo se oía el llanto del pequeño.
Nuestro chico se encontraba agotado. Tenía frío, y sueño, mucho sueño....
Unos días más tarde le vi en televisión. Su cuerpo estaba arropado por un papel metálico dorado. Tenía la cara hinchada y los ojos cerrados. Enseguida le taparon el rostro.
El pequeño seguía llorando, ya no le acompañaba su madre, se quedó el mar.
De los mas de 40 pasajeros, llegaron unos 15. Desnutridos, deshidratados, con hipotermias, y los sueños de toda una vida rotos.
Y ahora, que?"

Esto lo vemos todos lo días en televisión, y si, ya se que es un tema muy machacante. Pero nos hemos acostumbrado a verlo tan a diario... Hoy, cuando les he visto temblar, atendidos por la guardía civil, cruz roja y tantos voluntarios, me he preguntado ¿que pensarán en estos momentos? ¿qué se les pasará por la cabeza? ¿cómo se sienten ahora que han llegado? Me da una pena tremenda, se les ve algo en la mirada.
Tienen la mirada perdida.